sábado, 21 de diciembre de 2019

LOS TAMALES DE MI MADRE


Por Aldo Alvarado Hinojosa
Vengo de una familia de clase media. Mis padres fueron profesores y nosotros somos cuatro hermanos. Definitivamente mis padres hicieron mucho más de lo esperado para con nosotros, mi papá incluso trabajaba en dos colegios: En el Colegio San Agustín y en el Alfonso Ugarte (nocturna), mi madre enseñaba en el Colegio Nacional de Miraflores Juana Alarco de Dammert y luego empezó a dar clases de cocina en mi casa en Santa Catalina.

Los tamales del Bar Cordano
En un comienzo fueron pocas alumnas, pero luego se fueron incrementando hasta lograr un buen ingreso, con lo que pudimos salir adelante como familia. Incluso, a fines de los 80 aparecía en TV como invitada frecuente en el programa de Cocina de Teresa Ocampo.
Las navidades en mi casa fueron siempre de mucho trabajo ya que mi madre tenía pedidos especiales de tamales, pavos rellenos, panetones para la cena de nochebuena. Un año incluso llego a tener 11 pedidos de pavo para el 24. Esa Navidad mi madre la pasó muy cansada por todo el trabajo que esta entrega de pavos le dio, obviamente con la compensación económica adecuada.
Los tamales de Navidad también eran un clásico para el almuerzo del 25. Esta receta original de tamales la había heredado mamá de su suegra (mi abuelita Rebeca Ríos de Alvarado) y, a su vez, mi abuela de sus primas —Las Schenone— con quienes surtían de tamales al clásico bar Cordano, al costado del Palacio de Gobierno.
Preparar los tamales era muy tedioso y complicado. Era mucho trabajo: desde la compra de la panca de plátano y su limpieza, el desengrane de la nariz del mote pelado, y la preparación en sí del tamal. Esta labor era repartida entre todos los miembros de la familia. Recuerdo que subíamos a ver televisión alguna novela de la época, como Isaura la esclava o El bien Amado, cada uno con su balde de mote húmedo para retirar las narices de cada grano. Terminábamos con las uñas remojadas irritadas; luego seguía la preparación y el embalaje de los tamales para la entrega de los pedidos sumado al reparto de tamales a familiares queridos a los que se les debía algún tipo de favor.
Pescando tamales...
Como verán, estos tamales significaban la navidad para mí. Lo eran TODO. Podía pasar la Navidad sin regalos, pero el tamal no podía faltar en aquella fecha. Era yo, tan fanático de estos tamales, que muchas veces me las ingeniaba para "robarme" algunos de ellos ni bien salían de la olla, recuerdo que mi madre los hacía enfriar en un patio por detrás de la cocina, y la ventana de mi cuarto daba a ese patio. Era tal mi gusto por ese potaje, que me ponía a "pescar" tamales con un hilo de seda, hasta que fui "chapado" al mirar mi mamá desde la cocina, ¿cómo los tamales subían "mágicamente" a los cielos?, ¡No!  subían a mi cuarto, jajaja.
Mi madre y mi padre se fueron al cielo y desde ahí nos mirarán esta navidad. Pero mientras estos tamales existan (gracias a Dios, mi madre le enseñó a mi cuñada Ada Rojas a prepararlos con sus trucos y todo), perdurará el recuerdo de lo muy feliz que fui en navidad, rodeado de cohetecillos, panetón D'Onofrio, Villancicos del Coro Infantil Manuel Pardo de Chiclayo, Juguetes de LEGO, pavo relleno, pero por sobre todo..... LOS TAMALES DE NAVIDAD DE MI MAMI.

¡Feliz Navidad Familia y Amigos queridos!

“Esta noche hasta los guardias pegan una borrachera,
por eso no tengo miedo de que alguien me detenga.
Hasta mañana temprano no me tengo que acostar,
pues esta noche me ha dado, por cantar y por bailar”
(“Canta ríe y baila” – villancico)

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