Por
Aldo Alvarado Hinojosa
Vengo
de una familia de clase media. Mis padres fueron profesores y nosotros somos
cuatro hermanos. Definitivamente mis padres hicieron mucho más de lo esperado
para con nosotros, mi papá incluso trabajaba en dos colegios: En el Colegio San
Agustín y en el Alfonso Ugarte (nocturna), mi madre enseñaba en el Colegio
Nacional de Miraflores Juana Alarco de Dammert y luego empezó a dar clases de
cocina en mi casa en Santa Catalina.
Los tamales del Bar Cordano
En un comienzo fueron
pocas alumnas, pero luego se fueron incrementando hasta lograr un buen ingreso,
con lo que pudimos salir adelante como familia. Incluso, a fines de los 80 aparecía
en TV como invitada frecuente en el programa de Cocina de Teresa Ocampo.
Las navidades en mi
casa fueron siempre de mucho trabajo ya que mi madre tenía pedidos especiales
de tamales, pavos rellenos, panetones para la cena de nochebuena. Un año
incluso llego a tener 11 pedidos de pavo para el 24. Esa Navidad mi madre la
pasó muy cansada por todo el trabajo que esta entrega de pavos le dio,
obviamente con la compensación económica adecuada.
Los tamales de
Navidad también eran un clásico para el almuerzo del 25. Esta receta original
de tamales la había heredado mamá de su suegra (mi abuelita Rebeca Ríos de
Alvarado) y, a su vez, mi abuela de sus primas —Las Schenone— con quienes
surtían de tamales al clásico bar Cordano, al costado del Palacio de Gobierno.
Preparar los tamales
era muy tedioso y complicado. Era mucho trabajo: desde la compra de la panca de
plátano y su limpieza, el desengrane de la nariz del mote pelado, y la
preparación en sí del tamal. Esta labor era repartida entre todos los miembros
de la familia. Recuerdo que subíamos a ver televisión alguna novela de la época,
como Isaura la esclava o El bien Amado, cada uno con su balde de
mote húmedo para retirar las narices de cada grano. Terminábamos con las uñas
remojadas irritadas; luego seguía la preparación y el embalaje de los tamales
para la entrega de los pedidos sumado al reparto de tamales a familiares
queridos a los que se les debía algún tipo de favor.
Pescando
tamales...
Como verán, estos
tamales significaban la navidad para mí. Lo eran TODO. Podía pasar la Navidad
sin regalos, pero el tamal no podía faltar en aquella fecha. Era yo, tan
fanático de estos tamales, que muchas veces me las ingeniaba para
"robarme" algunos de ellos ni bien salían de la olla, recuerdo que mi
madre los hacía enfriar en un patio por detrás de la cocina, y la ventana de mi
cuarto daba a ese patio. Era tal mi gusto por ese potaje, que me ponía a
"pescar" tamales con un hilo de seda, hasta que fui
"chapado" al mirar mi mamá desde la cocina, ¿cómo los tamales subían
"mágicamente" a los cielos?, ¡No! subían a mi cuarto, jajaja.
Mi madre y mi padre
se fueron al cielo y desde ahí nos mirarán esta navidad. Pero mientras estos
tamales existan (gracias a Dios, mi madre le enseñó a mi cuñada Ada Rojas a prepararlos
con sus trucos y todo), perdurará el recuerdo de lo muy feliz que fui en
navidad, rodeado de cohetecillos, panetón D'Onofrio, Villancicos del Coro
Infantil Manuel Pardo de Chiclayo, Juguetes de LEGO, pavo relleno, pero por
sobre todo..... LOS TAMALES DE NAVIDAD DE MI MAMI.
¡Feliz Navidad
Familia y Amigos queridos!
“Esta
noche hasta los guardias pegan una borrachera,
por
eso no tengo miedo de que alguien me detenga.
Hasta
mañana temprano no me tengo que acostar,
pues
esta noche me ha dado, por cantar y por bailar”
(“Canta
ríe y baila” – villancico)
Linda y real historia , feliz navidad !
ResponderEliminarLinda historia!!!
ResponderEliminarLinda historia , sobre todo con la familia entera ayudando ...y pescando
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